¿Qué es la peritonitis infecciosa felina (PIF)?

¿Qué es la peritonitis infecciosa felina (PIF)?


La peritonitis infecciosa felina (PIF) es una enfermedad que puede afectar a los gatos de cualquier edad, pero es más frecuente entre los 4 a 16 meses de edad, y se presenta comúnmente en criaderos, refugios, instalaciones de acogida, tiendas de mascotas y colonias de gatos ferales. Ya que se trata de una infección enzoótica, es decir, que afecta a una población animal de manera prolongada, la manifestación de nuevos casos puede variar ampliamente con el tiempo.


Desafortunadamente, la mortalidad es extremadamente alta una vez que aparecen los signos clínicos, aunque algunos gatos pueden vivir con la enfermedad durante semanas, meses o, rara vez, años.


¿De dónde viene y cómo se transmite?

El PIF surge a través de mutaciones específicas en un coronavirus (no tiene relación con el COVID-19, más información aquí) del intestino felino común (CVEF) que está presente de manera habitual y asintomática en los gatos de todo el mundo sin ser en sí mismo un patógeno importante. Se elimina en las heces de la mayoría de los gatos aparentemente sanos en entornos grandes, y los resultados de la transmisión se da por ingestión directa de heces o basura contaminada y otros fómites (Cualquier objeto o material inerte y sin vida que es capaz de transportar organismos patógenos). Los mutantes de CVEF capaces de causar PIF probablemente se generan en grandes cantidades durante esta infección inicial.

Solo una pequeña proporción de gatos expuestos a estos virus mutantes desarrollará PIF, esto depende de susceptibilidad genética, edad en el momento de la exposición y una serie de factores estresantes que ocurren al mismo tiempo que la infección y tienen un impacto negativo en la capacidad del gato infectado para eliminar el virus.

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¿Cuáles son los signos clínicos?

El período de tiempo entre la exposición inicial al CVEF y los signos clínicos de la enfermedad puede ser tan corto como 2-3 semanas, hasta varios meses o, rara vez, años. El curso de la enfermedad entre el inicio de los signos clínicos y la muerte también es variable, pero generalmente es más corto en gatos más jóvenes y gatos con enfermedad efusiva (caracterizada por acúmulo de líquido en el área torácica y/o abdominal) que en gatos mayores y gatos con enfermedad no efusiva. Los signos clínicos son variables y fáciles de confundir con diversas enfermedades, pueden ir desde fiebre, dolor muscular, debilidad, pérdida de peso, disminución del apetito, vómito y diarrea, hasta aumento del tamaño en riñones y signos nerviosos.

¿Hay tratamiento para esta enfermedad?

Debido a que algunos gatos con PIF todavía están razonablemente bien en el momento del diagnóstico y a menudo pueden vivir semanas o meses más con solo un tratamiento sintomático, los propietarios pueden ser reacios a aceptar el diagnóstico o el hecho de que no existe aún un tratamiento efectivo, lo que puede incentivar grandes esfuerzos para investigar la enfermedad en Internet y otras fuentes. Esto puede llevarlos a individuos que afirman haber encontrado tratamientos para la enfermedad que son curativos o prolongarán la vida. Estas afirmaciones con frecuencia están respaldadas por declaraciones anecdóticas de propietarios que han encontrado beneficiosos tales tratamientos.


Desafortunadamente, debido a problemas con la interpretación de las pruebas de diagnóstico disponibles, no todos los gatos diagnosticados con PIF realmente tienen la enfermedad. Si estos gatos tienen una condición autolimitante (que tiende a resolverse por sí misma) que no sea PIF, parecerán responder bien a casi cualquier tratamiento no perjudicial que se administre. Tales casos dan credibilidad a un tratamiento particular cuando no se merece ninguno. 

Dado lo anterior, es importante siempre acudir al médico veterinario al menos cada 3 meses como método de control preventivo, y de igual manera, llevarlos a consulta ante cualquier signo de alarma o cambio tanto comportamental, como físico, ya que el diagnóstico temprano y las estrategias de precaución pueden contribuir a mejorar la calidad de vida de nuestros gatos en caso de desarrollar la enfermedad. Finalmente, la prevención también debe ser un ejercicio hecho desde casa, que se puede reforzar con alimentación de calidad, agua de bebida constante y fresca, esquemas de vacunación y desparasitación al día, y como especial medida, evitar que nuestros animales salgan libremente a la calle, ya que esto puede derivar en el contagio de una variedad de agentes patógenos transmitidos al contacto con otros animales en estado feral.       

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